Capítulo 1
Sin salida.
–Estoy
en casa– dijo, avisando su llegada al lugar donde residía y al no escuchar una
respuesta inmediata se sintió extrañado y observó con curiosidad el interior de
su domicilio, para descubrir a que se debía tal silencio. Caminó hasta
adentrarse más, curioseando hasta escuchar algo que no le agradó en lo más
mínimo.
–Junsu, jajajaja, ba-basta– suplicaba
entre risas Changmin, un niño de trece años, de cabello un poco largo de color
castaño claro.
–Te lo mereces– sentenció Junsu, el mejor
y casi único amigo del otro chico, quien era tan solo un año mayor a Changmin.
Yunho, quien había esperado ser recibido
por Changmin, comenzó a sentirse muy molesto, se quedó frente a la puerta para
escuchar lo que ocurría dentro de la habitación y cada cosa que iba oyendo,
cada risa y relajo por parte de ambos iba irritándolo más y más; luego de unos
minutos de bullicio, se abrió paso el silencio, cosa que efectivamente incomodó
al hombre de veintisiete años, quien estaba espiándolos. El mayor abrió con
sumo cuidado la puerta para descubrir que ocurría y logró escuchar al otro
chico que no era Changmin, hablar desde su teléfono móvil.
–Sí mamá, está bien– la llamada acabó y
Junsu, como conocía al otro muchachito se dirigió a Changmin –Debo irme, mi
mamá necesita que me quede con mi hermano–.
–Oh, está bien entonces, nos veremos
mañana en clases– comentó con una tonada sombría en su voz. Su amiguito pudo
percatarse de eso, más no comentó nada al respecto.
Ambos se levantaron de la cama, donde
habían estado todo el rato y se acercaron a la puerta, Junsu, quien iba delante
de Changmin abrió la puerta y salió por ella con mucha confianza y se detuvo de
golpe, al chocar con algo o alguien, como lo era en ése caso; Changmin iba
detrás de Junsu y al éste detenerse abruptamente, Changmin chocó con Junsu y se
propinó un buen golpecito en su nariz. Al sentir eso, el chico de cabellos castaño
claro levantó su vista para saber porqué Junsu se había detenido de esa forma.
Lo que no se esperó en un millón de años era ver a Yunho allí; su mundo giró y
estaba en problemas.
–¡Hyung…!– susurró impresionado.
–¡Hola sr. Yunho!– saludó alegremente
Junsu.
–Hola Junsu– contestó tajante y cortante,
importándole muy poco si Junsu lo notaba o no, mientras saludó a Junsu, su
mirada estuvo fija en Changmin, un asustado Changmin.
–Hyung… v-volviste antes…– Changmin
mantenía su voz en susurros.
–Sí, regresé antes– afirmó, lo que Yunho
buscaba era hacerle saber que no estaba feliz, pero el chiquillo ya lo tenía
más que claro. Junsu sintió el aura tensa, pero no sabía por qué, ¿sería su
presencia un estorbo? No lo sabía, pero era mejor si salía de allí lo antes
posible. No quería causarle problemas a su amigo.
–Minnie, ábreme la puerta, ya debo irme–
él cuerpo de Changmin tembló al ver como una ceja del mayor se curvó hacia
arriba cuando Junsu moduló el apelativo de “Minnie”.
–Ehh… sí…–ambos pasaron por un lado de
Yunho, el cuerpo de Changmin se estremeció al dejarlo atrás. El mayor giró
sobre su mismo eje volteando para seguirlos con la mirada, decidió caminar
lentamente hasta quedar en la sala; de brazos cruzados recostó sus caderas a
uno de los hermosos sillones en tonalidades ocre, marrón y negro, mientras
esperaba por el regreso del niño.
Changmin comenzó a temer por su vida,
Yunho cuando se enojaba era digno de temer. Él lo había comprobado al ser testigo
de sus golpes y abusos; podía dejarlo en límites muy cercanos a la muerte.
Se suponía que hoy regresaría a las seis
treinta de la tarde y apenas eran las dos y cuarenta minutos de la tarde, sí,
en su camino a la salida se fijó en el reloj. No es que él hubiera hecho cosas malas con Junsu, sino que Yunho tendía a
ser muy celoso con él, era posesivo y cuando su furia se desataba, agresivo.
Antes lo dije, era digno de temer y el pequeño Changmin, estaba aterrado en ése
momento.
Tratando de conseguir una excusa que lo
salvara de muchos posibles dolores y moretones, suspiró profundamente y decidió
regresar a donde había estado unos instantes antes, no debía hacer esperar más
a su “hermano mayor”. Él no había
hecho nada malo pero ¿cómo hacer que Yunho entendiera éso? Normalmente antes de llevar a casa a un amigo, pedía la
autorización de su “hermano mayor”, pero
esta vez Junsu había llegado de improvisto y de verdad deseó decirle que se
fuera pero ¿qué razón iba a decirle? “No,
porque mi hermano que en realidad no es mi hermano se molestará gracias a su
celos y podría golpearme” No podía decirle eso, además de que no sabía
mentir y por otro lado, Yunho llegaría a las seis treinta de la tarde, no a las dos cuarenta.
–¿Cómo fue tu día?– preguntó cuando lo vio
en ésa posición de brazos cruzados e
intentó evadir la situación y aligerar el ambiente. Perfectamente sabía
que Yunho estaba molesto; fúrico tal vez, por haberle encontrado a solas con su
amigo en la casa. Y Yunho sabía, que Changmin sabía cómo se sentía, éste
conocía muy bien a su presa y en éste juego, Yunho era el cazador –¿Comiste? No
te guardé almuerzo porque creí que llegarías más tarde, pero puedo hacerte algo
rápido y delicioso– sugirió acercándose sigilosamente al silente mayor.
La voz de Changmin lo delataba como
asustado y a leguas se notaba que trataba de evadir lo que para Yunho; moreno
de porte elegante, era obvio, pero que no era verdad la situación. El pequeño
de cabellos largos no estaba haciendo cosas inapropiadas pero ése hombre, ésa
bestia, como Changmin suele llamarlo para sus adentros, era una persona de
mente cerrada cuando del niño se trataba.
La verdad era que Yunho quería ver hasta
que punto el chico iba a evitar darle una explicación o al menos dirigirle una
mirada a la cara, una que le permitiera sostenerla y no mirar alrededor de la
casa.
–Ya comí, Minnie– Changmin se supo cazado y listo a morir. Sabía que era el
tiempo de hablar o callar para siempre, porque luego de esto, no habría otra
oportunidad.
–Y-yunho, n-no cre-creas que…– Yunho
comenzó a bajar los brazos lentamente –…ése Minnie
significa a-algo. ¡También me sorprendí cuando lo escuché llamarme así!– estaba
hablando rápido.
–Oh, pero si yo no he dicho absolutamente
nada al respecto, Minnie– otra vez
Yunho, usaba un tono muy raro al pronunciar el apelativo.
–S-sí es a-así… ¿Por qué sigues h-hablando
de manera e-extraña?– logró preguntar, comenzaba a sentir su estómago en su garganta,
sabía que cuando Yunho hablaba de esas formas raras, algo malo se avecinaba.
–Oh… ¿estoy hablando de manera extraña?–
demandó con ése mismo tono que no significaba nada bueno. El mayor comenzó a
caminar hacia el menor lentamente, el menor por inercia comenzó a retroceder –Estoy
hablando de manera normal, Minnie,
tal cual hablaría alguien enojado– el emisor no tenía tapujos, no por nada era
su verdugo.
–P-por qué… estás en-nojado, Y-yunho?– eso
definitivamente sacó a Yunho de los pocos sentidos que estuvo conservando, odiaba
que Changmin no le dijera la verdad, porque él era quien mandaba ahí y le debía
respeto, para el cazador de esta historia era necesario que su presa le dijera
todo y absolutamente todo, para el mayor era símbolo de lealtad y como dominante,
el saber que el niño intentaba ignorar lo que ya ambos sabían, era traición y
eso merecía un castigo.
–¡Todavía tienes el descaro de preguntarme
“¿por qué?”!– Yunho preguntó con furia, para ése momento el niño de trece años
se encontraba acorralado contra la pared con Yunho muy cerca de él, amenazante.
–Lo sient…– una abofeteada calló sus
palabras, tal fue el golpe que volteó la cara del menor, ya no había salida.
La verdad era que para Changmin no hubo
nunca una salida y quizás no la habría jamás, estaba destinado a ser un
prisionero, el prisionero de la bestia. Una bestia que se había encargado de
hacerlo madurar a pasos grandes, robándole la inocencia que pudo haber tenido
algún día; misma bestia que arremetía con fiereza cada que así lo deseaba
convirtiendo la vida de Changmin en algo tan miserable, la miseria de la vida
era así. Por decisión propia, una inocente y esperanzada decisión que creyó lo
sacaría de la miseria, por salvar la vida de su hermano menor y la suya propia,
pero cayó en una miseria más dolorosa, más penosa y llena de vergüenza.
Sentía lástima de sí mismo y a eso estaba
destinado.
–¿Qué sientes? ¡¿uh?!, ¿traicionarme al no
serme fiel como tu dueño e ir y revolcarte con ése mocoso o romper tu lealtad
de decirme siempre la verdad?– Yunho amaba ser cruel con ése niño. Changmin
abrió sus ojos al escuchar tales palabras “revolcarse”,
él nunca haría semejante cosa.
No era cruel por hacerle daño es solo que
hacer eso le producía placer en muchos aspectos. Odiaba que el niño le
desobedeciera, y usaba eso como una excusa perfecta para hacerle siempre
recordar su posición, Changmin era un recogido y Yunho nunca desaprovechaba la
oportunidad de hacérselo entender, cosa que el menor tenía presente todos los
horrorosos días de su vida. Cuando Yunho estaba enojado, era cuando usaba las
palabras más crueles –No te olvides Changmin, que tú no eres nadie. Es gracias
a mí, que puedes disfrutar de una de las mejores vidas– ¿cómo podía llamar vida
a eso? ¡Prefería morir!... y el corazón le dolía ¿por qué siempre decía cosas
así?
–Yunho… te prometo que de verdad no
hicimos nada– Yunho tomó fuertemente la barbilla del niño asustado, ejerciendo
mucha presión con la intensión de lastimarlo y giró su cara con la misma
brusquedad, su carita estaba empapada en lágrimas.
–Júralo por tu hermano menor– Changmin
abrió los ojos de golpe, impresionado tal vez, mientras más lágrimas salían de
esos ojos marrones oscuros. ¿Por qué usar a su hermano menor en ese momento?
–Yo…– el agarre se hizo más fuerte.
–¡Júralo!– seguía exigiendo Yunho, quien
sonreía levemente con cinismo. Que bien se sentía saberse dueño de aquello que
te producía mucho éxtasis y placer, el más delicioso de la vida –Contaré hasta
tres, Minnie– y eso era una
advertencia. Yunho conocía al chico y sabía que su hermano menor era su punto
débil. Estaba consciente de que no juraría en nombre de él aunque dijera la
verdad –Uno…–
–Por favor…Y-yunho… no…– suplicó el menor
aún sabiendo que sería en vano, llevando una de sus manitas a los antebrazos
del mayor, quien aún tenía su mano en la quijada de Changmin.
–Dos…–
–No…– suplicó de nuevo, con ojos llorosos,
no quería más de lo que sabía le pasaría si Yunho pronunciaba el…
–Tres– con furia Yunho arremetió contra él
empujándolo para que se golpeara fuertemente con la pared, Changmin al sentir
el empujón cerró los ojos con fuerza y dejó escapar un gemido adolorido al
sentir su espalda chocar con el cemento del muro. Changmin dejó escapar unos
cuantos sollozos, quiso evitarlo pero estaba aterrado, asustado y adolorido.
Quería que la pesadilla acabara, Yunho lo golpeó una vez más en la mejilla con
su puño cerrado, volteándole la cara, el muchachito se tapó con ambas manos la
cara, y Yunho en su infinita maldad llevó una de sus manos a la cabeza del
chico y lo tomó fuertemente del cabello, halándolo hasta que estuvo satisfecho
para luego lanzarlo al piso, para que callera a él, lo humillaría, ése sería su
castigo.
De nueva cuenta, Changmin se quejó al caer
al piso, no hubo nada que amortiguara la caída y su brazo izquierdo recibió el
daño mayor al caer, fue su brazo quien soportó el peso de su cuerpo y al verse
desequilibrado, por error su cara también se golpeó con la losa del piso, ésa
era su vida “una de las mejores” como Yunho lo había llamado, el niño había
llegado hacía mucho tiempo a la deducción de que prefería vivir en la calle,
pero su hermanito lo valía, era lo único que tenía y por él lo soportaría todo.
Se estaba esforzando en todo lo que hacía, en especial por estudiar, ya que su hyung como lo llamaba ante todos, es
decir, Yunho le permitía estudiar, un día muy cruelmente le dijo “no quiero un juguete analfabeta”, desde
entonces le pagó clases con tutores privados hasta que estuvo al nivel donde un
niño de su edad estaría y comenzó a ir normalmente a clases en un colegio.
Changmin pensó entonces que si estudiaba
mucho y se graduaba, podría ser él quien se hiciera cargo de su hermano menor y
así salir de las garras de Yunho, era un niño inteligente, pero eran más sus
ganas de hacerlo bien lo que lo llevó a ser ahora casi un niño superdotado y
era casi hasta increíble.
Changmin vio como ése hombre malévolo se
acercaba a él, Yunho se agachó para quedar más cerca del niño, quien lo miraba
con ojos suplicantes y sumisos –Te lo advertí, Changmin–.
–Por favor… Yunho… no–.
¿Qué cosa tan mala había hecho para
merecer todo eso? ¡Debía ser fuerte, su hermano menor lo era todo para él,
debía resistir!
Muchas
veces pensó en quitarse la vida, cortó su piel buscando por la vena más
efectiva para morir desangrado lo antes posible, pero pensar en su hermanito
fue su “alto” y justo en ése momento Yunho llegó. Tuvo un mal día y encontrar a
su pertenencia más preciada en ésas andanzas sólo hizo empeorar la situación
deseando no volver a hacer lo mismo, nunca más por su mente pasó la idea de
suicidarse. No pudo levantarse en tres días seguidos y aunque Yunho no se
mostró arrepentido por el estado en el cual había dejado a Changmin, cuidó de
sus heridas y lo trató con más cariño. Ése fue el día que Changmin,
definitivamente decidió que prefería vivir en la calle.
–Espero
que te sirva de lección– dijo con voz cruel, untando con delicadeza con uno de
sus dedos una crema para calmar el dolor en uno de los hematomas provocados por
él mismo, al niño. El niño quien estuvo observando sus acciones y cada uno de
sus movimientos bajó el rostro y desvió la mirada, la triste mirada que siempre
lo acompañaba.
–Lo siento.. y-yo… n-no lo haré de nuevo…–
susurró aún con la vista fijada en algún punto invisible de la habitación.
–Me
alegra oír eso, la próxima vez no serás tú, será tu hermano menor– el
muchachito volteó su carita con rapidez para mirar al mayor con sus ojos
impresionados y con terror grabado en ellos.
–¡No
Yunho-sshi, por favor, no!– suplicó al instante, el agresor del niño ni se
inmutó a su suplica y siguió con lo que hacía, cuando hubo finalizada toda
actividad en ése momento, guió sus fríos y obscuros ojos en dirección de la
vista de Changmin.
–Entonces
no intentes otra idiotez como esta una vez más– y lentamente acercó su rostro
al del infante y mientras plasmaba un suave beso en sus labios iba empujando
lentamente el cuerpo del niño hasta dejarlo recostado en la amplia cama.
Yunho dio la señal de que quería ir más allá y degustar de su cavidad
bucal, Changmin simplemente se dejó, se dejó guiar por la lengua de su verdugo,
era normal, Yunho siempre lo besaba así, cuando éste se cansó se separó del
menor y deposito un dulce beso en su frentecita, lo miró a los ojos, mirada que
Changmin respondió sin chistar, el mayor sonrió y susurró –Te amo… descansa– el
corazón del chiquillo se oprimió. Odiaba que le dijera eso, porque era mentira.
Yunho salió y lo dejó solo. Nadie que amara podía hacer esas cosas. Incluso un
niño como él, sabía lo que era amar. AMABA A SU HERMANO MENOR, pero ¿Yunho? Su
alma solo tenía ambiciones, egoístas ambiciones.
Yunho lo tomó nuevamente del cabello y lo
subió hasta la altura de su cara y alojó en los labios del niño un beso suave y
a continuación, con su lengua, de la forma más lujuriosa lamió una de las
lágrimas que recorrían de bajada la mejilla del menor. Changmin cerró sus ojos con
fuerza al sentir el frío de su lengua recorrer su mejilla izquierda, era
asqueroso. Le dolía, le dolía cada golpe en su cuerpo y en su alma.
Para
Yunho era otra situación, el disfrutaba de todo, ¿cuán placentero era para él?
Ni él mismo sabría explicarlo. Pero tuvo una idea, la mejor quizás, según él.
Se levantó e incitó al menor al levantarse también, quien con dificultad lo
logró hasta quedar frente a él, cabizbajo. Tomó al niño lloroso de la mano y lo
llevó consigo hasta quedar frente a la puerta de la habitación “principal”.
La realidad es que Yunho y Changmin
compartían habitación, como parejas. Pero Yunho le había dicho que si lo
ganaba, le daría una habitación solo para él, su intención era evitar que las
personas notasen algo no debían notar.
Un hombre de veintisiete años, teniendo
una vida sexual con un niño era un delito y por ello decían que eran hermanos,
además, tampoco se vería muy bien que un hermano mayor durmiera mucho con su
hermano menor –Entra– ordenó de manera cortante, el corazón del de cabellos castaños
obscuros dio un vuelco y comenzó a latir fuertemente, no quería que pasara lo
que estaba a punto de pasar. Caminó lentamente hasta estar dentro de ella –Sube
a la cama– ordenó el mayor, mientras cerró la puerta. Changmin dudó. Sabía que
de todos modos terminaría dentro de ella siendo víctima de todos y cada uno de
los deseos; como también fantasías de
ésa bestia que el destino se había encargado de ponerle en la vida. Jung Yunho
tenía una mente muy sádica, nadie se imaginaría lo que un hombre como él hacía
con “su hermano menor” –¿No
entendiste lo que dije? ¡Sube a la cama, ahora mismo!– empujó desde la espalda
al niño.
Changmin cayó de improvisto sobre la cama
boca abajo y sintió como esas manos fuertes y peligrosas lo giraron sin piedad
hasta quedar cara a cara, la bestia tomó con una de sus manos las dos manos del
prisionero y las posó por sobre la cabeza del menor, dejándole una mejor vista
del tronco. Sonrió macabramente, Yunho estaba mal de la cabeza, su sadismo no
tenía comparación con nada. Changmin tenía parte de su cuerpo sobre la cama y
desde las caderas hasta los pies, estaban fuera de la cama.
Yunho tomó de la barbilla al niño para que
lo mirara, hasta entonces, el muchachito había tenido la cabeza girada hacia un
lado con los ojos fuertemente presionados, queriendo huir de la realidad, sin
querer ver la verdad. ¡No quería ya más nada de eso!
Odiaba que no lo mirara a la cara cuando
practicaba toda esa clase de torturas al niño –Changmin, sabes perfectamente
que odio que no me mires a la cara cuando tenemos sexo– las lágrimas del menor
se deslizaban sin remedio al escuchar la afirmación del mayor, porque sí, lo
sabía. Yunho se encargaba de recordárselo cada vez que tenían “sexo”, la realidad era que casi siempre
lo violaba. Muy pocas veces Yunho le había hecho sentir eso que todos dicen “se siente bien cundo lo haces”. Pero lo
más cruel es que él no quería mirarlo a la cara, era humillante.
–Si…– susurró sumiso, y con la voz
entrecortada. Su pecho subía y bajaba a causa del llanto. Abrió los ojos y se
encontró con la mirada seria de su hyung,
quien unos segundos después sonrió complacido.
Comenzó a besar lenta y pausadamente el
cuello del pequeño mientras que llevó su mano libre hasta debajo de la camisa
celeste que el niño llevaba puesta ése día, toqueteando y jugando con los
puntos débiles de Changmin. A ésa edad, sus hormonas revoloteaban, pero él siempre
se negaba a dejar fluir en su cuerpo esas sensaciones, impidiendo disfrutar de
la dicha del mayor, pero Yunho conocía a la perfección el cuerpo del niño y le
hacía sentir cosas, provocaba reacciones en él. Changmin se sentía sucio cada
que Yunho lo tocaba así y su cuerpo respondía, era lo más horrible que podía
ocurrirle, esas sensaciones que él se obligaba a sí mismo a no sentir.
Los labios de Yunho lo tomaron por
sorpresa y esta vez fueron bruscos, el niño respondió por obligación a esa
furia desatada, luego de un momento, Yunho se detuvo abruptamente para echar un
vistazo y corroborar que el infante lo estuviese viendo. Para su excite, si, lo
estaba observando, pero lo que más lo llenó de placer fue ver su rostro
sonrojado. Sabía que Changmin sentía vergüenza pero, aún así, quiso afianzar e
incrustar más ése color en sus mejillas. Quitó la camisa y la llevó hasta
dejarla en los brazos del menor, brazos que aún estaba como estatuas sobre la
cabeza del menor, de esa manera evitaría que el menor intentara bajar los
brazos, no quería ningún estorbo.
Descaradamente comenzó a pellizcar las
tetillas del chico, eso era algo que excitaba al niño pero él se rehusaba a
aceptarlo y aunque al mayor a veces le molestara siempre le daba más placer.
–¿Sabes Minnie?...– comentó mientras seguía en su labor, Changmin
lo miró, su cuerpo respingaba debido a todas aquellas olas de sensaciones, su
cuerpo dolía, su corazón dolía, pero lo que más le dolía era su orgullo. No
quería demostrar que él hacía reaccionar así a su cuerpo, siempre tocando en el
lugar exacto. Aún siendo un niño, tenía orgullo y dignidad o intentaba
convencerse de ello. Odiaba a ese hombre, lo odiaba con toda su alma –…amo
verte sufrir así…– dijo susurrando, con voz entre cortada a causa del placer –me
excita…, se siente tan bien verte así, me vuelves loco– y rió con descaro en la
cara del menor –Se siente bien, ¿verdad?– quería hacerle entender que solo él
podía tocarlo.
–…– Changmin no respondió, aún mirando al
mayor quien sonrió ante su mutismo, su Changmin.
–No importa que no lo admitas, tu cuerpo
responde por tí– Changmin cerró los ojos rápidamente al escuchar la frase ésa,
estaba tan avergonzado, quería huir. Su ojos hinchados y rojizos de tanto
llorar –¡Abre tus ojos Changmin!– ordenó en tono serio y así lo cumplió, nuevas
lágrimas aparecían.
Yunho supo que era el momento, se alejó
del menor para comenzar a despojarse de su ropa el otro sintió el horror, el
verdadero horror venían a él.
–¿Cuándo fue la última vez que lo hicimos
así?– preguntó cínicamente, el niño no respondió nada, ¿qué demonios diría? –No
importa… lo disfrutaremos, ¿verdad, mi amor?– Yunho usó un tono de voz nada
convincente y cuando él hablaba así, era porque lo peor se avecinaba.
–Y-yunho-sshi…
ya no más, por favor, t-te lo suplico– dijo como pudo, entre el llanto, el
dolor y las sensaciones que estaban viajando por todas las partes de su cuerpo.
–Oh mi querido, prometo que lo disfrutarás
y querrás más– la cara del menor se descompuso al escuchar aquello. Yunho
definitivamente era la peor de las bestias y Changmin el prisionero sin
escapatoria.
El teléfono de Yunho sonó y de mala gana
tomó la llamada, era su socio.
–Jung Yunho al habla…– afirmó y al
escuchar lo que su socio decía al otro lado de la línea su cara se transformó a
una de enojo, muy parecida a la que puso cuando encontró a Changmin con ése
mocoso– Bien, espérame. Estaré allí en unos 40 minutos– Changmin sintió el
cielo, se detendría. Yunho colgó. Por unos instantes miró al menor –Es una
lástima que semejante espectáculo aquí–.
Yunho se dirigió al baño dentro de la
habitación dejando al niño sobre la cama con la posición más incomoda que
pudiese encontrar. Changmin desde la habitación escuchaba la regadera caer y la
voz del mayor al tararear una canción, él no se atrevió a moverse un solo
milímetro ya que una vez Yunho muy enojado, como cosa rara, le dijo que él era
su juguete y que si lo dejaba en una posición, debía permanecer así.
Al cabo de unos quince minutos, Yunho
salió del área de baño con un traje formal y despidiendo un olor muy agradable,
se acercó a la cama donde reposaba el cuerpo del muchachito y lo agarró del
cabello, lo besó con rudeza lastimándole los labios.
–Debo irme, surgió un problema. En la
noche continuaremos, puedes hacer lo que quieras hasta que regrese… no quiero
que nadie entre aquí mientras yo no estoy– dijo muy serio –¿Entendido?–
Changmin solo asintió.
Changmin por un momento se quedó en la
cama, llevó sus manos hasta su cara y la cubrió, necesitaba dejar salir todo,
estaba desesperado; comenzando a llorar con intensidad, su pecho subía y bajaba
a un compás descomunal. Todo eso era demasiado para un niño de trece años.
Mientras Yunho no estuvo, se dedicó sólo y
únicamente a llorar, odiaba su vida. Cuando Yunho le hizo aquél día aquella
propuesta de ir a vivir a su casa, en su infinita inocencia, jamás habría
imaginado lo que le esperaba, antes que nada le compró ropa a él y a su
hermanito, los llevó a hacerse una serie de exámenes para verificar si no
tenían nada, el hermano menor presentaba un cuadro de desnutrición secundario y
lo dejó hospitalizado. Changmin se preguntó como un hombre desconocido hacía
todo eso, debía ser un ángel.
Pero cuando cumplió los nueve años Jung
mostró otra cara convirtiéndose en el ogro que ahora era. Y desde ése momento,
Changmin se convirtió en su juguete. Ahora sabía que sus intenciones siempre
habían sido otras, pero él era un niño y no lo veía; su hermanito lo
necesitaba. No hubiese encontrado algo mejor, apenas y podía recordar a sus
padres, siempre habían vivido en la calle, su padre murió poco tiempo después
de que su hermano menor naciera y su madre había muerto un año antes de que
Yunho lo llevara con él.
Changmin comenzó a indagar en lo miserable
que había sido siempre su vida, intentando encontrar algo que le diera fuerzas.
Quería morir y desaparecer, tenía tanto dolor dentro de sí mismo que no hallaba
que hacer con él, tampoco es que supiera cómo hacerlo. Pero necesitaba
respirar. ¡Tan solo era un niño!
Si Changmin seguía llorando se quedaría
sin agua en el cuerpo.
No tenía ganas de comer, pero de igual
forma hizo la cena por Yunho, quien siempre lo entrenó, éste le enseñó a
cocinar y le hizo entender que ése era su deber. Changmin siempre escuchó de
Yunho que era como su esposa, solo que era más como una pertenencia muy
preciada y especial. ¿Por qué?
Pues
Yunho había tenido muchas novias y mujeres, las cuales había llevado a casa y
se las había presentado como sus “novias”
al menor, y hasta las había besado delante de él, en muchas oportunidades,
cenaron como “familia” y había
momentos que él las besaba, pero lo miraba a él con malicia en los ojos. Luego
de eso, había escuchado sonidos provenir desde la “habitación principal”, ésa que ambos compartían como pareja y al
irse ellas, era su turno. Yunho era un monstruo.
Terminó
con la cena mientras recordaba todo eso, su cuerpo dolía y era probable que
mañana no fuera a clases. “En la noche
acabaremos con esto”, su cuerpo tembló al recordar las palabas de Yunho,
dejó toda la cocina limpia y la comida en sus hoyas, como su “dueño” aún no regresaba decidió darse
un baño una vez más, quería quitarse el sudor de la cocina, antes al Yunho
dejarlo solo se había dado una ducha para quitarse la suciedad que Yunho dejaba
impregnada en él.
Usó
el perfume que su verdugo le había regalado hacía dos meses atrás, el cual
pidió usara cada vez que estuvieran juntos en una “velada” o “aniversario”
lo usara. Rogando que fuera menos agresivo con él solo por ese detalle. Sonará
raro, pero aunque Yunho era cruel y dominante, fuera la bestia que es, le
gustaban las cosas románticas y detalles de enamorados. La diferencia era que
aquí no había enamorados, sólo alguien que somete a una dura vida a un niño,
quien se ve en la obligación de hacer ése tipo de detalles para la persona que
más odiaba en la vida.
Justo
al terminar de vestirse y usar el perfume escuchó la manilla de la puerta del
área de baño, donde se encontraba alistándose para su tortura y dirigió su
mirada hacia donde provenía el sonido y lo vio parado y recostado al umbral de
la puerta de brazos cruzados, con una mirada que no hacía más que transmitir un mensaje “llegó tu hora”. Changmin sólo lo miró
esperando su orden, en silencio.
–¿Por
qué no has comido?– lo vigilaba todo el tiempo, era tan molesto. Su pregunta
tenía molestia incrustada en su tono de voz.
–Iba
a hacerlo justo ahora– se excusó, era mentira, pero podía ser válido, la comida
estaba recién hecha y él recién bañado. Nada mejor que comer luego de un
refrescante baño –¿Tú ya comiste?– así era su relación. Ya era la cosa más
normal del mundo, hablar como si nada luego de que Yunho hiciera cualquier
cantidad de cosas con él –Te hice cena– le agregó.
–Quiero
comer otra cosa– su tono, su expresión y su mirada, lo dejó todo en claro.
Changmin caminó hasta quedar frente a él y tuvo la iniciativa de ser él quien
lo besara. Pasar toda la tarde solo, recordando y comparando. Pensando y
afirmando llegó a la conclusión de que su vida había sido siempre así, una
mierda, algo tan miserable, una vida tan mezquina y que nada cambiaría, porque
esos cuatro años viviendo bajo el mismo techo que Jung Yunho, un gran e
importante administrador y contador, le había hecho reafirmar y concretar que
su vida seguiría siendo así y que no tendría escapatoria.
Decidió
rendirse, no tenía a donde ir y era Yunho o nada. Tenía el poder de acabar con
lo único por lo que había estado luchando y sin embargo, lo tenía tan lejos que
sólo unas pocas veces al mes podía verlo. Era tan desgraciada su vida. –Soy un recogido y un prisionero, después de
todo– pensó para sí mismo, mientras era devorado por la boca y movimientos
de los labios expertos del mayor.
Changmin
al despertar a la mañana siguiente no recordó cuantas veces Yunho se lo hizo,
pero pasó de una y tres veces. Tampoco cuantas lágrimas derramó ni cuales eran
de dolor, tristeza, frustración o inclusive ira. No era que quería recordar
tampoco cuantas veces Yunho le exigió pedir por “más” o gritar su nombre. Incluso, no hizo esfuerzo por pensar
cuantas veces suplicó se detuviera porque le estaba hiriendo, sólo y para su
maldita suerte, recordó las palabras exactas que dirigió a él cuando terminó su
velada.
–Que te sirva de lección, Changmin, que
eres mío; sólo y únicamente yo podré tocarte, no tienes el permiso de estar con
otra persona. Ni si quiera tienes el derecho de pensar en otra persona.
Deberías estar agradecido conmigo. Sé que no hiciste nada con Junsu, sé cuando
me mientes. Pero ¿comprendes que estaba muy molesto, verdad?– Changmin asintió –No
quiero que nadie más entre a mi casa sin mi consentimiento y aún así, esta es
tu lección ¿Entendido?–.
–Si… Yunho-sshi–.
Esa noche quiso pedirle que le dejara
dormir en su habitación, pero estaba tan agotado física, mental y psicológicamente,
que se quedó allí simplemente; siendo abrazado posesivamente por el mayor como
si fuera un oso de peluche, recalcando lo que había dicho antes.
Cuando
despertó observó que estaba solo, como pudo se levantó y caminó hasta el baño y
al entrar buscó el gran espejo que poseía la sala de baño, se paró frente a él
para observar lo que ya sabía tendría, aquello que no era una sorpresa. Siempre
terminaba así.
Tenía
dos moretones en la cara, marcas hechas por Yunho, las dejó con esa intención.
Eran demasiadas y a leguas se podía notar que eran marcas hechas una noche
intimidad. Uno de sus brazos estaba hinchado y dolía mucho; su cabeza no se
quedaba atrás. ¡Iba a explotar!
Eso,
sin contar el terrible dolor y ardor en su parte trasera baja. La noche
anterior estuvo tan casado luego de que Yunho hiciera fiesta con él, que ni
siquiera se levantó para bañarse. Se sentía sucio como siempre y pegajoso, en
especial allí abajo. Se metió bajo la
ducha y dejó que el agua cayera sobre él, mojara cada parte de su cuerpo,
necesitaba sacarse todo eso que sentía, el asco que sentía era de manera excesiva,
odiaba esa sensación. Odiaba ser el juguete de Jung Yunho. ¡Odiaba a Jung
Yunho!
Estregó
su cuerpo tanto como pudo, tanto como sintió necesario, tanto como para borrar
esa incomodidad de su cuerpo. Volvió a llorar, pero ésta vez lo hizo en
silencio. No quería que Yunho lo escuchara, quizás le molestara. Sabía que
Yunho estaba en casa porque había un exquisito olor dentro de ésta, podía
percibirlo y casi que degustarlo. Decidió lavarse el cabello, con ése shampoo
que Yunho compraba para él. Cuando se sintió listo, salió del baño y se visitó,
tomó la ropa más cómoda que encontró, no quería más martirio del que ya tenía.
Al
estar listo, se miró una vez más en el espejo viendo su mal aspecto. Decidió ir
en busca de las cremas para golpes que Yunho siempre compraba para usarlas
luego. Al salir del baño lo vio arreglando la cama, cosa Changmin sabía era su
trabajo.
–No,
déjalo, yo lo hago– se acercó a él para tomar los cobertores.
–Está
bien, te ves cansado– dijo comprensivo, quitándole al menor las que había
cogido antes –Te preparé algo delicioso para comer– comentó.
–Oh…
muchas gracias…– ése momento, tener alguna conversación luego de situaciones
como las ocurrida la noche anterior, siempre eran incómodas y siempre sucedía –Yunho-sshi…–lo
llamó en voz muy baja.
–¿Hhm?–
el mayor lo miró.
–¿Dónde
están las cremas y cosas para arreglar esto?– interrogó señalando las zonas
afectadas, Yunho lo miró y Changmin no pudo descifrar ésa mirada.
–Oh…
es cierto– se dirigió al baño y de un cajón sacó una no tan pequeña pero
tampoco tan grande caja, la cual contenía una cantidad de productos farmacéuticos
y se las entregó al menor –¿Quieres que te ayude?– ofreció, pero Changmin se
negó diciendo que estaba bien, que él solo podía.
Cuando
el niño terminó se encaminó hasta la cocina, tenía demasiada hambre puesto a
que la noche anterior no había cenado nada. Miró el reloj que estaba colgado en
la pared, por sobre el televisor LCD en la sala de estar y figuró en él las
once y media de la mañana.
–Llamé
al colegio y avisé que no irías, que habías tenido un accidente– la voz del
mayor lo sacó de sus pensamientos.
–Accidente…– susurró el menor.
–Que
te habías caído de unas escaleras– le dijo acercándose a él.
–Uhum…–
era normal ése tipo de excusas en la vida del niño; podía tener fiebre, gripe,
dolor estomacal. Yunho lo agarró por la cintura desde la espalda, acercando su
cuerpo hacia el suyo mismo.
–¿No
tienes hambre?– preguntó, dejando reposar su cabeza en la curvatura del cuello
del menor.
–Sí tengo, bastante…– respondió con sinceridad.
–Bien,
entonces comamos– lo llevó de la mano hasta la mesa donde ya la comida estaba
servida y comieron juntos, normalmente comentaban cosas pero esa mañana ninguno
tenía ganas de hablar.
–Gracias
por la comida– Changmin se levantó llevándose con él los platos usados para
lavarlos y dejar todo en orden, Yunho era maniático de la limpieza y él, había
aprendido a vivir así. Yunho llegó unos instantes después con los que él había
usado y los dejó allí, el muchachito también los lavó. Yunho todo el tiempo lo
estuvo observando en silencio.
–Te
llamó– y comentó de la nada, Changmin dirigió su vista a él sin entender a lo
que se refería –Ése mocoso te llamó– su tono fue despectivo, pero no enojado.
El
niño permaneció callado, no quiso preguntar para evitar algo que
definitivamente no quería que pasara, aunque moría de ganas por saber que dijo
su único amigo.
–Preguntó
qué había ocurrido y que si te encontrabas mejor– Changmin lo observó –Le dije
que habíamos ido a comer afuera y que íbamos a bajar las escaleras del
restaurante, tropezaste con tu pie y caíste–.
Changmin
permaneció en silencio. Tomó un vaso con agua y la bebió toda y en vista de que
Yunho sólo se sentó a ver televisión decidió hacer sus tareas, las pocas que
les quedaban y tomó su teléfono móvil para escribirle a Junsu.
–Sólo me caí, pero no me lastimé mucho. No
fue casi nada, sólo unos moretones– No
pasó mucho cuando recibió un mensaje en respuesta.
–Minnie, Yunho ayer estaba muy enojado ¿seguro
que no pasó nada más?–.
–No estaba enojado, es sólo que olvidé
hacerle un favor importante– Odiaba
mentirle a su amigo.
–Te conozco Minnie, no me mientas–.
–No lo hago Junsu, eres mi mejor amigo, no
lo haría jamás– mentirle a alguien tan
especial como Junsu dolía.
–Está bien, ¿Podría irte a ver?–. Changmin dudó, hablaría con Yunho.
–Claro que sí, yo te avisaré–.
Ése
viernes había sido muy aburrido para Changmin, sin ir a clases y Yunho pasó
toda la tarde fuera de casa. No podía salir en ésa figura. Así que tuvo que
quedarse en casa. Jugó un rato con su consola de video-juegos regalada por
Yunho en su último cumpleaños. Pero no era divertido, no cuando sentías mucha
tristeza dentro de ti.
Lo
más molesto de todo es que, ¡demonios! ¡se supone que debía estar acostumbrado
a eso! Entonces… Changmin no se explicaba cómo es que si estaba tan
acostumbrado a ése dolor, a ése vacío, a ésa sensación de soledad… dolía tanto…
Quería deshacerse de todo ése dolor pero no sabía cómo hacerlo.
Quizás
ir a ver a su hermanito menor ayudaría, escuchó por boca de Yunho que había ido
mejorando mucho y que si seguía así, entraría a una de las escuelas más prestigiosas.
Sabía que la familia que Yunho había escogido para él era muy buena, pero
siempre tenía el temor de que no estaba allí cuando él fuese a necesitarlo. Con
frecuencia sentía el temor de que lo olvidara, casi no lo veía ya, Yunho no se
lo permitía muy a menudo.
Siempre
y cuando permaneciera sano, recibiera una buena educación y fuera a surgir en
la vida; para él cualquier cosa estaba bien, incluso dejar de verlo, pero ya
comenzaba necesitarlo, a ése pequeño
niño. Le pediría que le dejara verlo cuando regresara.
El
sábado por la mañana llegó y aunque aún estaba muy adolorido, algunos moretones
y marcas especiales habían
desaparecido y eso era el himno de victoria para Changmin.
–Changmin-ah~–
llamó Yunho canturreando.
–Estoy
en mi cuarto– respondió sin muchos ánimos, estaba haciendo lo último de tarea
que le quedaba. Yunho entró con una de sus más grandes sonrisas a la habitación
del niño.
–Empaca
tus cosas más importantes, nos vamos mañana– dijo así como si nada.
–Irnos..
¿A dónde?, ¿viajaremos?– estaba confundido, no entendía. ¿A dónde se irían?, se
levantó de la cama para ir tras el moreno quien había salido sin más.
–Nos
mudaremos– dijo sin siquiera prestarle atención al muchacho interrogante.
–¿Mu-mudarnos?–
no es que le molestara o le importara mudarse, pero ¿por qué tan de repente?
–Sí,
nos mudaremos Changmin, ¿Qué no entiendes?– Changmin sólo quiso saber una cosa
más… –Nos mudaremos a Japón mañana mismo–.
–¡¿JAPÓN?!–
y es que no pudo evitar soltar de impresión. ¿Qué rayos harían ellos en Japón?
¡Él no sabía hablar japonés! Y por la seriedad de Yunho, sabía que no estaba
bromeando. Su hermano… ¿No vería más a su hermanito menor?...
Continuará.